Entrevista de Gonzalo Galarza (El Comercio)
Es la mañana del jueves 6 de noviembre y en un par de horas va a ocurrir lo que muchos ya saben: la Municipalidad de San Isidro clausurará la galería Vértice tras asegurar que no tiene licencia de funcionamiento. La exposición «La migración de los santos», de Cristina Planas, exhibe esculturas de Santa Rosa, Sarita Colonia, San Martín de Porres y el Señor de los Milagros, en tono kitsch y en ropa interior, lo cual ha desatado una serie de protestas de los vecinos.Hay algo de paradoja, pues cuando sacó a Santa Rosa se encontró con unos policías que posaron felices al lado de ella para la foto; en cambio, la trae a la galería y hay toda una protesta para censurarla…
Hubo un grupo de policías que posó encantado, y otro que no tanto. El arte tiene muchas lecturas y uno se enfrenta a mis piezas con sus propios movimientos interiores, con su propio pasado. Entonces se genera que de repente a la gente le resulta intolerable una muestra en la que sus santos están reinventados. Estos 1.500 e-mails de protesta que he recibido son de gente que no ha venido a ver la muestra, que no se ha enfrentado a ver las piezas porque están en ropa interior .¿Una de las que ha podido ser una dura crítica es su madre?
Sí, ella es ministra de la eucaristía, y yo he estado en un colegio católico. Si bien no soy practicante, es algo con lo que he convivido toda mi vida. Cuando ella vio la muestra, estuvo muy contenta. Mi madre tiene toda una reinterpretación de la exposición con temas religiosos.El tema de la religiosidad se ha ido desarrollando a lo largo de su obra. ¿Ha sido un poco para exorcizarlo?
Así como mi madre es una persona importante en mi vida, también es aplastante. Una de mis marcas es ella, el internado de monjas en el que estuve y el terrorismo. Son mis tres grandes pilares que trato de derrumbar. Otra cosa es que trabajo de una manera bien solitaria en mi taller, ni mi esposo viene. Soy una persona bien ermitaña. Entonces no tengo a nadie que me advierta o me diga: «Qué estás haciendo».¿Por eso la necesidad de sacar las piezas a la calle?
Creo que sí, había un vacío. Es como si las piezas, cuando están en mi taller, estuvieran protegidas, en mi útero, gestándose, y cuando las presento, siento que no han tenido un proceso de acomodarse en esta vida; siento que las estoy mandando a trabajar y a la crítica sin el roce con la gente que me parece importante. De chica no he sido una persona muy libre, no me dejaban salir. Entonces sentía que las piezas eran demasiado vulnerables. En este caso, y en la muestra anterior, hice este recorrido por la ciudad que me sirvió para sentirme cómoda a la hora de exponerlas.¿Además, en lo personal, es acercarse a esas otras realidades prohibidas de chica?
Sí, he vivido en una burbuja durante mucho tiempo. Para mí una escultura es también pensar y decir lo que opino y pienso, y cuando la saco a la calle, veo que está cómoda allí. Y cuando llega a la galería ya es como adulta. Si me censuraran, ya no me metería debajo de la cama, estoy tranquila con las piezas. Ellas hablan por sí solas, ya no me pertenecen.¿Hay también todo un tema de la inocencia?
En el caso de la muestra de mis hijos; yo tenía ocho años sin trabajar y regresaba con esa exposición. Tenía un conflicto interno, mi maternidad, y debía explicar por qué tanto tiempo no había expuesto. Gran parte del tiempo lo pasé mirando a mis hijos para que no les fuera a pasar nada.En esa exposición mostraba sus temores sobre lo que les podía ocurrir…
Sí, los presento así, casi como un regalo a la ciudad. Ya están sin mí, tienen 4 y 6 años. Y en este proceso mis hijos han madurado. Es increíble cómo la presencia de mi madre fue tan fuerte para mí, que yo estaba haciendo lo mismo con mis hijos. Al apartarme de ellos, para que puedan solucionar sus problemas solos, los siento más maduros. Y como mamá fue fuerte poner a mis hijos desnudos en la ciudad, porque finalmente son mis piezas y mis hijos.¿Y al mismo tiempo que hay esta inocencia, también está esa mirada socarrona?
Sí, es como entre trágica y cómica; ahí me encuentro. Finalmente creo que esa soy yo.