Poeta, escritor, artista plástico, guionista de cine y teatro. En lo personal, principalmente, poeta, pero es tan solo una apreciación subjetiva. José Watanabe fue un creador prolijo y fecundo. Todavía hoy se sigue lamentando su partida y se le sigue extrañando tanto.
Este martes 16, La Cámara Peruana del Libro lo recordará con un homenaje en la
I Feria Itinerante del Libro de San Miguel. Familiares, amigos y seguidores del vate se reunirán para rememorar su genialidad literaria, en un auditorio bautizado con su nombre.
A partir de las 8:30 de la noche, el poeta Hildebrando Pérez dirigirá la charla y exhibición audiovisual “
Homenaje a José Watanabe: Poeta de San Miguel”, donde se dialogará sobre sus múltiples obras, se presentarán emotivos testimonios de quienes lo conocieron y fragmentos de sus mejores entrevistas.
La nota que emite la Cámara recuerda que José Watanabe recibió el Premio Poeta Joven del Perú en 1971, con el poemario Álbum de Familia. No descansó hasta 1989, cuando publicó El huso de la palabra, considerado el mejor libro de la década de los ochenta. Luego le siguieron Historia Natural (1994); Path Through, publicada en Inglaterra (1997); El guardián del hielo, su primera antología en Colombia (2000); y Elogio de refrenamiento, considerado por la prensa española como uno de los cinco mejores libros de poesía editados en el 2003.
Por allí estaré para recordar al poeta. Por mientras, les dejo uno de sus poemas.
POEMA DEL INOCENTE
Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quién iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.
De El huso de la palabra
.