No estoy seguro si lo leí alguna vez. En todo caso, tampoco estoy seguro si recuerdo fielmente lo que leí o, como suele suceder, si ese recuerdo lo he ido modificando con el tiempo mientras lo iba contando una y otra vez. Para el caso, ya no importa. Lo que leí decía algo así como que “ella, aquella noche, estaba tiernamente desnuda mientras que él se veía peruanamente calato”. Lo cierto es que para el castellano de los peruanos – a pesar de que el diccionario oficial ya los da como sinónimos – hay una gran diferencia entre estar desnudo y estar calato.
Entiendo que fuera del contexto peruano, calato es tan solo un regionalismo con cierto aire de vocabulario amerindio; no obstante, para el peruano promedio, sí hay una marcada diferencia connotativa. Por ejemplo, no es igual una mujer desnuda a una mujer calata. Desnuda tiene un tono aséptico, de elegante y sobria sensualidad. En cambio, calata está más cerca de esa visión natural de la piel viva, natural, sin el maquillaje de las luces graves ni el engaño sutil del romanticismo. Calata es real, con olor intenso, con sabor. Desnuda puede ser una palabra aplicable por analogía a situaciones distintas como “una pared desnuda” , aunque forzada la imagen, puede quedar. No va a suceder lo mismo con el término.
Ahora bien, más allá de esta disquisición personal sobre la semántica de dicha palabra, encuentro un breve artículo de Marco Martos en el diario Perú 21, que también aborda el mismo vocablo. Pero, claro, mi apreciado maestro no es solo un gran poeta, sino que fue Presidente de la Academia Peruana de la Lengua. Ni modo. El maestro escribe que calato, aparte del significado convencional, se refiere a una persona que carece de lo necesario para vivir o que ha sido despojada de lo que poseía. En ese caso se le dice que es un calato o que lo dejaron calato. Un niño también es un calato. De allí la pregunta muy peruana: ¿Cuántos calatos tienes? De otro lado, también indica sorpresa o pánico como en la frase: vio al diablo calato. Al parecer, la susodicha palabra viene de la voz quechua q´ala que significa en cueros, desnudo. En Arequipa aún se sigue diciendo “pata k´ala” al que camina descalzo y, por extensión, es muy pobre. Calatear a alguien es quitarle la vestimenta o, por triste metáfora, también puede significar robarle, despojarlo de lo que tenía. En otro lugar de su artículo, menciona que calatista es una mujer que en un escenario se quita la ropa. Termina con un neologismo del que – un poco lento yo – me acabo de enterar. En el Perú, a cierto tipo de calendarios, se le llama calatario porque, precisamente, publica las fotos de hermosas calatistas.