Bastante atrasado con mis lecturas, terminé de leer hace poco la reciente novela de Alfredo Bryce Echenique, Dándole pena a la tristeza. Al concluirla, tuve la grata sensación de haberme reencontrado con ese viejo amigo conversador, aquel que solía contar sus experiencias vitales desde su entrañable punto de vista, es decir, en tono de humor con un sutil toque de cinismo. Me gustó mucho la novela.
Creo que Bryce, en esta novela, ha retomado ese modo particular de presentarnos al Perú, desde esa perspectiva diferente que ya se había iniciado con sus primeros cuentos y que se consolidó con la novela Un mundo para Julius.
Ahora bien, me parece que la novela no les ha gustado a todos; es más, por lo que he estado observando en la red, a algunos no les agrada, en general, la obra de Bryce.
En ciertos casos, esta crítica está relacionada con ciertas discrepancias, precisamente, por esa perspectiva desde la que el escritor narra y que, según ellos, es una visión perturbada por una nostalgia «aristocrática» de un país que por «fortuna» ya cambió. No estoy de acuerdo con ellos, pero acepto que al menos es discutible la discrepancia. La literatura se enriquece precisamente con esos diferentes modos de entender y plantear la «realidad». Si embargo, también están aquellos que desmerecen la obra de Bryce solo por gratuita antipatía, probablemente sin haber leído sus obras fundamentales o, peor aun, por asuntos distintos a lo literario. Por cierto, si para valorar la obra de alguien se tuviera que conjugar todos los aspectos de su vida, entonces la humanidad enfrentaría un grave déficit al respecto.
Todo esto viene a propósito de un interesante artículo de AlonsoCueto, La República sobre la obra de Alfredo Bryce Echenique que enlazo y que, considero, debe leerse. Alonso, como siempre, ha planteado de manera sobria una ruta para valorar la obra de Bryce.