Antonio Astorga, ABC Marie Smith Jones ha muerto en la cama mientras dormía a sus 89 años. «Al menos ya no sufrirá más porque había padecido muchos dolores durante años», describió la agonía su nieto. La noticia, trágica, habría pasado desapercibida si no llega a ser porque con Marie Smith Jones desaparecía de la faz de las lenguas el eyak, ya que la cacica de Anchorage era su postrer hablante, la última nativa, y heredera de un habla caída en el precipicio del olvido: la última jefa de una menguante tribu a la que había llevado a una batalla legal contra las grandes empresas madereras que talaban bosques en su tierra eyak. En Alaska y en las islas Aleutianas viven unos 63.390 nativos, de los que aproximadamente 14.800 hablan aún algunos de sus idiomas originales pertenecientes a cuatro grupos lingüísticos. El eyak de Marie Smith Jones era una de las 3.000 lenguas en peligro de extinción, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). La mala nueva de Alaska conlleva una consecuencia escalofriante: cada día mueren 3.000 personas que hablan algunas de ellas. El mapamundi de la diversidad lingüística no coincide con el de la densidad de población: el 96% de las lenguas son habladas por el 4% de la población mundial, y más del 80% de los idiomas son endémicos, y están confinados a un solo país. La mitad de la población mundial se expresa en una de las ocho lenguas de mayor difusión: chino (1.200 millones de hablantes), inglés (478), hindi (437), español (400), ruso, árabe, portugués, y francés. Este desequilibrio lleva a los expertos a prever la desaparición del 95% de las lenguas vivas en este siglo. Algunos estudiosos sostienen que cada dos semanas muere una lengua. Los índices de extinción son muy elevados en las zonas de mayor diversidad lingüística: en África más de 200 lenguas cuentan con menos de 500 hablantes. Michael Krauss, de la Universidad de Alaska en Fairbanks, recuerda que hace diez mil años, cuando existían en la Tierra unos diez millones de seres humanos, se hablaban más de veinte mil lenguas en un viaje submarino donde la «integración social y económica, el desarrollo de las comunicaciones globales y la extinción o asimilación de las culturas lugareñas» todavía no habían llevado al cañón del exterminio a miles de idiomas. Era cuando las lenguas nacían, se reproducían y morían con las sociedades que las hablaban. Pero en contraste con la economía de hoy – que se desacelera peligrosamente sin frenos – la desaparición de los idiomas se acelera progresivamente como resultado de la mundialización, víctimas de guerras sin cuartel. Hoy, más de la mitad de las 7.000 lenguas que se hablan en el mundo están al borde del precipicio. ¿Las causas?: apenas tienen presencia en la Administración, en la Educación y en los medios de comunicación. El umbral mínimo para que una lengua sobreviva se eleva a 100.000 hablantes. Sin embargo, de las 7.000 que existen la mitad es hablada por menos de 10.000 personas, y 1.500 por menos de 1.000. «Desde que las lenguas se diversificaron -señala Ranka Bjeljac-Babic, de la Universidad de Poitiers (Francia)- al menos 30.000 (algunos hablan incluso de 500.000) nacieron y se extinguieron, a menudo sin dejar huella. Lo que es novedad es la rapidez con que perecen en la actualidad».