EL REGRESO DE FUJIMORI
Hubo un tiempo en el que la locura se hizo más intensa en este país. No es que tampoco haya dejado ya la faceta de la estupidez y la miseria moral; pero un hubo un tiempo en el que cada mañana parecía que caíamos un poco más cuando ya no se creía posible que hubiera un nivel menor.
No sólo fue la violencia terrorista cuyas secuelas aún hacen estremecer la conciencia de quienes la vivieron, aun cuando en algunos casos haya sido sólo en la orilla del terror; sino fue, también, la violencia económica por la que todavía falta responder a muchos que hoy mismo circulan tranquilamente por la vida peruana con el mayor cinismo. No obstante, cuando ya la debacle de este país parecía de una pesadilla máxima, apareció Fujimori.
Entonces las cosas alcanzaron una dimensión diferente. Ahora el Estado asumía la defensa del país usando como armas: la mentira, el chantaje, el asesinato individual y el colectivo, la ilegalidad, la compra de conciencias, el amedrentamiento, el silenciamiento de las voces discrepantes, la anulación de los derechos. Y todo era tan confuso en ese tiempo de locura que muchos, repito, muchos dieron por la válida todas esas acciones. No es que tampoco no se hayan usado esas bajezas en los gobiernos anteriores; pero con «el Chino» las cosas alcanzaron un nivel de diabólica perfección.
Ahora que traen a Alberto Fujimori, ahora que se desata el espectáculo, ahora que se preparan todas las cartas políticas para manejar el engorroso tema de «la mejor manera«. Ahora, creo que es necesario recordar que para mediados de los noventa fueron demasiados los que callaron ante los crímenes, demasiados los que miraron hacia otro lado cuando los principios del Estado de Derecho fueron aplastados.
En verdad, muchos esperamos que haya una milagrosa justicia que condene a Fujimori y compañía por todos los delitos que cometió. Pero también sería tiempo de que muchos, casi todos, asuman su responsabilidad por todo lo que pasó. Son culpables quienes lo hayan cometido, y son culpables los que pudiendo hacer algo callaron. También son culpables todos los que creyeron que ése era el camino. Somos culpables quienes, hoy mismo, no hemos podido explicar convincentemente por qué estuvo mal todo lo que pasó en esa década de pesadilla.
Un video que nos hace recordar parte de una época cruenta que nos tocó vivir.