En un convento de Valladolid, en 1550, se debate una cuestión fundamental: ¿Los indígenas del Nuevo Mundo son seres humanos? ¿Tienen alma? Tales interrogantes deben ser respondidas y suficientemente probadas de una vez por todas. De las conclusiones que se obtengan, dependerá la suerte de los millones de indígenas que, hasta allí, sufren la ignominia de la conquista. Dos hombres van a debatir. Uno de ellos es el filósofo Ginés Sepúlveda para quien, ciertos hombres son esclavos natos, necesitan ser conquistados y ser “protegidos” por la salud del alma. El otro es Bartolomé de las Casas, protector de los indígenas, quien buscará denunciar la barbarie de la conquista y buscará que la Iglesia acepte la “humanidad” de los indios y, de esa manera, eliminar el respaldo religioso con el que cuenta la corona española para la explotación de los nativos de América.
Desde el arranque, la obra captura toda la atención. El representante de la Iglesia quien, luego de escuchar el debate, deberá tomar una decisión definitiva, se encarga de señalar la importancia del debate y los alcances históricos que esta controversia va a tener. A partir de esa inicial escena, el espectador seguirá con atención la argumentación de ambos hombres. Debate inflamado, barroco, profundo y premonitorio. Una historia que fluye inteligentemente gracias a la agudeza del texto de Carrière. El desenlace que llega a tener la obra, no solo sorprende al espectador, sino que despierta sentimientos encontrados con las mezquinas decisiones que ha ido tomando la historia humana.
Para este montaje, Chiarella convocó al respetabilísimo Alberto Isola (Bartolomé de las Casas) y al uruguayo Augusto Mazzarelli (Ginés Sepúlveda); esto con el fin de contraponer a dos grandes actores, y así equilibrar correctamente el debate. Con el respeto que siempre me merece Alberto Isola, considero que el trabajo actoral de Augusto Mazarelli destaca mucho más. El personaje del filosofo Sepúlveda luce largamente mejor construido. Pero esta es solo una apreciación que apenas si sombrea un gran montaje teatral. La obra también cuenta con la participación de Alberto Herrera (sobria personificación del representante del papa) y – por lo que entiendo – con actores egresados del Centro de Formación de Aranwa como Javier Pérez, Janncarlo Torrese, Renato Medina y Steffani Rojas, así como Sergio García-Blásquez, Jeshua Falla, Edson Dávila y los niños, Kevin Sánchez y Gonzalo Candelo.
Recomiendo largamente este montaje. Me alegro de haberla visto. Luego de verla, estuve varias horas leyendo datos que me permitieran contextualizar la historia de Carrière. Estoy seguro de que eso les va a pasar a muchos de los asistentes. Cuando esto sucede, significa que la obra caló en el espectador.