Hace unos días coloqué un post en el que anotaba la nostalgia que sentiríamos algunos cuando el formato tradicional del libro terminara de mudarse a un libro digital. Se imaginan. Ya no más el olor del papel, la tinta y el tiempo estancado. Aunque, por otro lado, ya no habrá que estar preocupándose por problemas como el espacio en donde guardarlos ni por el tiempo que se le tenía que dedicar para, por ejemplo, desempolvarlos.
El libro como tal, el libro como lo conocimos y aprendimos a quererlo se convertiría en un recuerdo o, en el mejor de los casos, en una pieza de colección para los melancólicos. Ahora bien, tampoco es cosa de cerrarse a los cambios ni de quitarle méritos a la tecnología que – a su particular modo – hace los intentos por hacernos la vida cómoda. Después de todo, si de leer se trata, el libro digital ofrece una serie interesante de servicios: mayor cantidad de libros en microespacios, marcadores, soportes de ficheros, por mencionar algunos de sus servicios. No habrá excusa para los escritores, que tendrán que seguir escribiendo, ni para los lectores que simplemente tendrán que acostumbrarse a otro formato.
Xavier Velasco, desde
su blog en El boomeran(g), también hace causa común con quienes andamos haciendo gestos adelantados por la futura despedida de los libros «a la antiguita». En un reciente post escribe una lista 36 imposibles para un libro digital. Dicho de otra manera cualidades irremplazables de los «futuros viejos libros». Por supuesto que la lista puede y seguro seguirá aumentando porque, después de todo, la costumbre suele ser más fuerte que la razón.
36 IMPOSIBLES PARA UN LIBRO DIGITAL 1. Imprimirle millares de huellas digitales.
2. Forrarlo de papel manila morado.
3. Sacarlo del agua y todavía leerlo.
4. Ocultar fotos viejas entre sus páginas.
5. Abrirlo en una página al azar.
6. Quitarle con lujuria la envoltura de plástico.
7. Llevárselo a una isla desierta.
8. Usar algún separador coqueto.
9. Saber a simple vista si ha sido leído.
10. Promoverlo quemando la primera edición en una plaza pública.
11. Darse el gustazo de comprarlo en pasta dura.
12. Preservar los ahorros a salvo de los ojos de los palurdos.
13. Enviarlo por correo con una carta perfumada dentro.
14. Hacer de su portada seña de identidad.
15. Apilarlo con otros: escultura fugaz.
16. Ensalivar sus hojas, hasta que se deshoje.
17. Guardarlo en una caja, ya deshojado.
18. Pagarse el lujo de reencuadernarlo.
19. Arrancarle algún prólogo infumable.
20. Fumárselo.
21. Leerlo cuasientreabierto, para no maltratarlo.
22. Imprimirle la huella de un beso en la última página.
23. Ahorrar mediante la edición de bolsillo.
24. Camuflarlo bajo la cubierta de un catecismo.
25. Toparse con un cheque sin cobrar dentro de la solapa.
26. Cambalacharlo en una librería de viejo.
27. Despatarrarlo un poco, de los puros nervios.
28. Lanzarlo en llamas a la casa del autor.
29. Envenenar sus hojas con pétalos cautivos.
30. Leerlo durante un baño de burbujas.
31. Olisquear el perfume de su última lectora.
32. Echarlo por la ventana y correr a rescatarlo.
33. Masajear las encías de un cachorro bibliófago.
34. Olvidarlo en un tren y comprarlo otra vez, sin mayor drama.
35. Aplastar a un mosquito impertinente.
36. Inspirar más incisos de esta lista de atavismos.