Acabo de terminar de leer la reciente novela de Fernando Ampuero, “Loreto”. Editorial Planeta. 2014. Novela corta o cuento largo, según el mismo Fernando.
Me quedo con el de cuento largo. Digo esto en todo lo que se refiere a los méritos de escribir – esencialmente – una sola historia que discurre de inicio a fin sin mayores distracciones. Parte de los méritos de un buen cuento – corto o
largo – es la meticulosa selección de los datos, de las anécdotas complementarias, de una calculada distribución de escenas o cuadros en los que se va a dividir la historia. Todo esto, claro, aparte de la habilidad de cirujano que se debe aplicar para el buen manejo de una sintaxis que busque controlar a las palabras a fin de no caer en revoloteos verbales. Para un cuento, nada como una frase sintácticamente simple en lugar de una presuntuosa construcción perifrástica. En el aspecto formal, encuentro que esos requisitos están correctamente manejados. Escribir de manera “simple”, no es – por cierto – tan simple.
En medio de un ambiente cargado con una violencia que ya pareciera casi natural, Dos jóvenes, Silverio y Laurita, se enamoran. El lugar señalado por el autor, para tal romance, es el barrio de Loreto, uno de los más tristemente afamados barrios del Callao. Sin embargo, como están las cosas en estos tiempos, bien pudiera ser casi un arquetipo de muchos lugares en donde se repiten esos modos vivenciales hasta casi ser un nuevo modo cultural que corre en paralelo a un Estado oficial que aparece solo como una escenografía casi fantasmal. Y es que la historia se desenvuelve entre guerras de pandillas, luchas por el control de las mafias, y tradicionales modos de alcanzar el reconocimiento social a través de hazañas delictivas: no eres nadie trascendente, sino has matado a alguien.
En “Loreto” hay un hilo conductor que te deja en claro que el propósito de la historia era mucho más que una sencilla historia de amor. Lo que trasciende es el boceto de cómo se han instalado modos culturales que crean una ingrata clase de héroes.
Por supuesto que no diré que esta novela corta o cuento largo pudiera haberlo logrado plenamente, ni tampoco si esa fue la intención del autor. Para muchos, escribir es básicamente fabular una historia a partir de una imagen o una anécdota que nos impacta. Luego, esta se inserta en toda una obra que determina la visión y – si se puede – hasta la propuesta narrativa general.
No iré tan lejos. Recomiendo leer la novela como lo que precisamente debe ser: una simple y efectiva historia de amor en un ambiente tenebrosamente fascinante.