He leído hace unos días la reciente e interesante novela Obsesión de Alina Gadea. Una peculiar historia de amor entre un siquiatra y su paciente, Yvonne. Digo peculiar historia porque la trama resulta bastante sugestiva, a pesar de que es difícil lograr algo de singularidad con un tema tantas veces trabajado: el conflicto amoroso. En Obsesión, en la primera parte de la novela, los roles son los esperados: el doctor Durand, el siquiatra, aparece en control de la situación y ella – debilitada emocionalmente por una sucesión de malas experiencias – trasluce totalmente frágil y dependiente. En algún momento hay un quiebre en los roles. Paulatinamente, hay un trasvase emocional. Entonces es el doctor Durand quien pierde el control e Yvonne va encontrando el equilibrio. Ahora bien, este proyecto no habría tenido éxito si no se hubiera trabajado con eficiencia las claves para entender las razones que llevan a ambos personajes a vivir ese intercambio de roles. Por un lado, una paciente que encuentra la fortaleza para superar sus miedos y falta de estima personal en un nuevo y sano amor; del otro, un siquiatra cuya vida – ya se presumía en lguna pinceladas iniciales de la novela – había sido construida sobre los cimientos endebles de un logro económico y social que nunca llegó a satisfacer del todo al personaje. Entonces solo bastó una crisis de emociones para que se desembocara una interesante historia.