Aunque la noticia ha pasado desapercibida en la mayoría de medios de comunicación, la «renuncia» de Álvarez Rodrich de la dirección de Perú.21 es un ataque a la estabilidad democrática del país. Para los que leemos (o leíamos) este diario por ser una tribuna plural, donde diversos intelectuales escribían sobre el quehacer político y social con una lucidez que enriquecía el periodismo, no podemos dejar de sorprendernos por el giro mudo en el que Perú.21 se encamina (sin editorial, sin columnistas). Ha pasado una semana y no se ha nombrado un nuevo director. Es obvio que esta tarea es difícil, no solo porque se debe mantener el nivel alto que Álvarez dejó, no solo por la renuncia de todos los columnistas importantes, no solo por los censores que ahora tendrá cada contenido que se desee publicar, sino porque quien asuma esta tarea estaría avalando una censura que no se veía desde los años de Fujimori. La prensa esta vez no se está comprando, sino se está vendiendo. El fin que justifica la censura es la estabilidad del país. Un escándalo como el que enfrenta el gobierno no puede ser ignorado por el periodismo. El panorama demuestra que el periodismo no aprendió nada en estos últimos quince años. De ser silenciada durante los años noventa, a ser libérrima y ofensiva durante el gobierno de Toledo, ha vuelto a ignorar su papel de «mosca en la oreja» del poder. Felizmente, aquellos que creen que es importante la pluralidad de opiniones en una democracia seguirán escribiendo en un blog que se suma a la vastedad de blogs que tiene la red. Eso es lo principal.