Unos amigos de Iván Thays han tenido la idea antiflaubertiana de visitar el lugar llamado Oreja de Perro en los Andes del Perú. Esta travesía es intersante pues se opone a esa tradición en la literatura que inauguró el autor de Salambó, la cual lo obligaba a visitar y estudiar cada uno de los lugares que iba a incluir en sus novelas. Esta estrategia para construir con más elementos la ficción también fue heredada y aplicada por Vargas LLosa en novelas soberbias como La guerra del fin del mundo, acaso su mejor obra, y El paraíso en la otra esquina. De nuevo el papel del autor como creador de un mundo paralelo al real estará en debate cuando, muy pronto, tengamos el placer de leer la novela. Para ir entrando en materia, el reciente finalista del Herralde nos relata en
el blog dedicado a su novela lo siguiente:
Durante el proceso de escritura de la novela, muchas veces pensé en ir a Oreja de Perro y ver el lugar in situ, a lo Vargas Llosa. Pero lo cierto es que eso hubiera impedido escribir la novela tal como la tenía planeada. No soy un «narrador topográfico» y creo que, en la literatura como en la vida, los espacios físicos son estados mentales, objetos de los que nos apropiamos queriéndolo o sin querer. Así que preferí imaginarme Oreja de Perro y escribir la novela sin mayores datos que los que mi propia ficción exigía. Y, desde luego, me cuidé de poner una advertencia al principio de la novela en la que explicito:
Oreja de perro es el nombre con que se conoce a una zona ubicada en La Mar (Ayacucho) que incluye varios caseríos, algunos de ellos de muy difícil acceso. Aunque, lamentablemente, la zona fue en efecto muy golpeada por el terrorismo en la década de los años 80 todos los datos sobre la zona, los lugares mencionados y los personajes que aparecen en esta novela son ficticios.