La obsesión por la muerte llevó a Silvia Plath a intentar suicidarse tres veces en sólo 30 años. A la tercera lo consiguió. Metió la cabeza en el horno, abrió la llave de gas y ejecutó un suicidio perfecto. A pocos metros sus dos hijos dormían. Ella había dejado una nota al vecino de abajo para que llamara a un médico. La niñera la encontró a primera hora de la mañana, demasiado tarde. Janet Malcolm (Praga, 1934) describe en La mujer en silencio (Gedisa) la retorcida vida de la poetisa americana Silvia Plath (Boston 1932-Londres 1963) y la relación con su marido, el también poeta Ted Hughes…
…La muerte de su padre cuando solo tenía diez años marcó para siempre a Plath. A los 20 años trató de suicidarse con pastillas un verano al regresar de la universidad, tras lo que fue tratada en una institución psiquiátrica. Poco después viajó hasta Cambridge (Inglaterra) con una beca y fue allí donde conoció a Ted Hughes. Después de nacer sus dos hijos, ella no pudo compaginar su papel de madre, amante y artista, a pesar de que, como aclara Malcolm, se repartía con su marido el cuidado de los niños. Los problemas llevaron a la pareja a la separación, y Plath acabó malviviendo en un pequeño piso de Londres, donde finalmente se suicidó.
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