Asistí a la presentación de El tiempo de los anhelos, obra teatral inspirada libremente en el cuento Casa Tomada del gran escritor argentino Julio Cortázar.
Dirigida por Carlos Tolentino, junto con Norma Berrade, la obra se anuncia como el resultado de un proyecto que se inició como un trabajo de laboratorio en el que se proponía experimentar otro modo de abordar lo literario y lo teatral, y que buscaba presentar, al final, una propuesta renovadora, dentro de dichos parámetros.
Un enorme desafío, diría yo. Principalmente porque ese rastreo de puntos en común, entre ambos géneros, y ese intento de aproximación tiene larga data. Colocar sobre la mesa creativa los códigos comunicativos de lo teatral y confrontarlos con los códigos verbales de la prosa literaria ha dado como resultados interesantes propuestas, aunque, también, ha habido más de un intento que se ha perdido entre los telones de lo abstracto, por no decir, de lo confuso.
Afortunadamente – desde mi sencillo punto de vista, de aficionado teatral – creo que El tiempo de los anhelos ha logrado una interesante propuesta para tan complicado desafío. No diré que capté el sentido general de la propuesta de buenas a primeras. Mis aplausos, cuando terminó la obra, fueron impulsados más por la sensación de haber quedado capturado dentro de una dimensión de formas plásticas, sonoras y mímicas que me generaron una grata impresión estética.
Solo minutos después, en ese tiempo de regreso a casa, cuando se va rememorando lo que se acaba de ver y se reflexiona durante la calma de una caminata, la propuesta fue cobrando una mayor dimensión.
Hay que recordar que el cuento Casa Tomada ha sido la razón de muchos estudios. En este relato de Cortázar, se percibe la presencia de una fuerza extraña que domina la vida de los protagonistas, Irene y su hermano, quienes se han vuelto cada vez más solitarios dentro de su rutina y de su propia casa, al punto de comenzar a escuchar ruidos y movimientos de seres extraños que, en realidad, puede que no existan. Las situaciones fantásticas de las obras de Cortázar aparecen, así, en una realidad cotidiana basadas en el orden de la causalidad racional; pero como el autor no le hace concesiones explicativas al lector, entonces campea la ambigüedad y eso lleva a interpretaciones infinitas.
Lo mismo me sucedió con la mencionada obra. Por eso, creo que las claves para entender los códigos expresivos planteados en la obra me fueron llegando poco a poco, en cada paso de la caminata, y solo entonces cada cuadro, cada escena fue enriqueciéndose y despertando más posibilidades interpretativas. El tiempo de los anhelos no es una obra fácil, al menos no de buenas a primeras, pero creo que consigue su cometido: despertar la incertidumbre para que cada quien reconstruya su ficción.
Ahora bien para alcanzar tal propuesta, entiendo que se han fusionado correctamente los recursos teatrales que han empleado y que – según se explica en la hoja presentación –incluso se ha buscado una renovación de la sintaxis como discurso teatral. Aunque yo tengo mis discrepancias con aquello de modificar la sintaxis (en el sentido mismo del concepto), sí comparto la idea de que había una propuesta singular en el modo de desarrollar la obra, y que ha funcionado muy bien.
En este contexto, agregaré mi grata impresión por el trabajo de los actores. Principalmente por el gran desempeño de la actriz Elsa Olivero quien interpreta a Irene, el eje sobre el cual se arma la propuesta teatral. Desde mi punto de vista, excelente trabajo.
La temporada va del 10 de mayo al 1 de julio, de jueves a domingo a las 8 pm., en el Teatro de Cámara del Centro Cultural El Olivar (Calle La República 455). Entrada general 30 soles, estudiantes y jubilados 15, de venta en la boletería del teatro una hora antes de la función.
Antes de ir, por supuesto, una releída al cuento Casa Tomada no va mal, pero, obviamente, es una interpretación libre y como tal, y es más, en concordancia con las ideas literarias de Cortázar, no espere que se la pongan fácil. Sin embargo, al final, valdrá la pena.
La recomiendo.