Si acaso no tuvieron tiempo de leer el artículo escrito por
Alonso Cueto en el diario Perú 21 sobre la creación de un Ministerio de la Cultura, lo transcribo líneas abajo.
Por mi parte, me aúno con quienes opinan que este proyecto debe analizarse con sumo cuidado. A primera vista, la idea parece loable, sin embargo, el asunto podría convertirse en una hidra de cabezas monstruosas, las que terminarían devorándose las buenas intenciones de los ingenuos. Finalmente, solo nos quedaría, otro monstruo burocrático.
El tema del Ministerio de Cultura en el Perú se ha venido discutiendo desde hace muchos años, y en su favor y en su contra se han esgrimido con frecuencia los mismos argumentos. Por un lado, creo que hay que saludar la medida del presidente Alan García, como una expresión política de un hecho evidente: que la promoción de la cultura peruana supone una gran inversión que, sin embargo, tiene mucho que ofrecer. Solo la extensión de nuestro patrimonio cultural requiere de un manejo considerable.
Sin embargo, el futuro Ministerio de Cultura se enfrenta a tres grandes desafíos que, desgraciadamente, pueden convertirlo más en un obstáculo para nuestro desarrollo cultural que en un estímulo. El primero es el partidismo o la ideologización de la cultura. El segundo es la falta de presupuesto. El tercero es la burocracia. Todos estos son los problemas habituales en los ministerios o entidades estatales, y no es difícil pensar que se puedan seguir reproduciendo en una nueva propuesta.
A todos estos problemas se agrega el de las definiciones. Para muchas personas, la palabra ‘cultura’ tiene significados distintos. En el tema de la música, por ejemplo, muchos consideran ‘cultural’ no solo la música clásica o la popular, sino también el rock, la cumbia andina o el heavy metal. Las mismas divisiones se pueden hacer en diferentes géneros, y habría que preguntarse quién, en un ministerio, decide cuáles son parte de su ámbito y cuáles no. Por último, el trabajo del Ministerio de Cultura siempre debe partir de su labor de promoción, sin escollos. El gestor cultural es una figura importante. En su extremo opuesto está el burócrata.
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