ANNA NICOLLE SMITH
y el deseo de ser objeto del deseo
El hombre mira el cuerpo de la chica que baja por la Diagonal, la mira como cuando un chachal mira a su presa. Entonces yo, criado en la misma cultura del cuerpo objeto, busco a la chica y también entorno los ojos. No solo que tenga un cuerpo espectacular, de formas abrumadoras, sino que el pantaloncillo de licra y la mínima polera que usa la colocan como una presa deseable en el centro de una selva llena de carroñeros que, desde las mesas del Haití, en las escaleras que dan al cine Pacífico o desde las bancas del parque de Miraflores aúllan descontrolados.
Tengo
el suplemento dominical de El Comercio, y justo, como una recriminación en blanco y negro, el articulo de José Castro Urioste sobre la vida de Anna Nicole Smith, la modelo, la conejita de Playboy, la que se casó con anciano millonario, la que no heredó nada luego, la que quería ser como Marilyn Monroe, la que hizo de su cuerpo, de su vida y de su dignidad un producto mediático para ser feliz, la que murió tristemente. El autor de la nota dice:
Un cuerpo en constante performance, el de Anna Nicole Smith. Parece haberlo sabido desde muy joven: desde sus primeras actuaciones en un club nocturno, hasta ser modelo de Playboy. Parece haber sabido que para abrirse paso entre un océano de cuerpos el suyo tenía que convertirse en objeto para millones de ojos. Triunfa, si es objeto. Existe, si es objeto. Y para eso había que estar frecuentemente actuando, representando, convirtiéndose en quien esos millones de ojos quieren ver. Esas eran las reglas. Unas reglas que ella no inventa, ni siquiera insinúa. Las reglas están en una cultura, en una industria de la imagen, en unos medios de comunicación.
Entonces levanto la mirada y todavía alcanzo a ver a la mujer que aún no cruza la calle. Desde los autos, se escuchan algunos aullidos y los bocinazos de otros desaforados. La chica no ríe, pero ha tensado un poco más el cuerpo, y ahora sí, las curvas se hacen cerradas y, no hay nada que objetar, ante el público miraflorino, un culo de ensueño.
El autor agrega:
De pronto la historia hace un giro. Anna Nicole Smith muere en un hotel de Florida a los 39 años. ¿Parece que su cuerpo ha deseado retirarse de todo performance? Y de otro lado surgen las especulaciones sobre su muerte y este relato comienza a tener signos de novela policíaca. Ya no hay nuevos contorneos, ni insinuaciones. Pero las cámaras, las luces, la prensa, siguen allí. Entonces empiezan las disputas de los cuerpos. Primero, la disputa por la custodia de la niña de meses de Anna Nicole Smith: quien se haga poseedor de ese pequeño e inocente cuerpo, tendrá millones de dólares. Repito: esa niña tiene meses y ya es concebida como un objeto porque para su poseedor representa una fortuna.
Ahora la chica cruza la calzada por el centro mismo de las líneas blancas, como si caminara por una pasarela, los autos que quedan en platea bufan y bocinean. Ni más ni menos.
La tarde se pierde lentamente y, dentro de poco, la penumbra de las siete avivará las luces de neón. La chica de los pantaloncillos de licra estará contoneándose por otros lados y seguro que dentro de poco habrá otra niña pasando por la Diagonal, alucinada por ser un objeto especial del deseo.