SIGUE EL CARGAMONTON
EL PECADO DE ALFREDO BRYCE
¿Cuánto de resentimiento había en contra de Alfredo Bryce Echenique? ¿Era tan pérfido, desleal, sobrado, «envarado» que fue acumulando un sentimiento de venganza intenso en los afectados? Digo, sólo así se puede entender que se siga machacando el asunto de sus plagios y que incluso se haya encargado una labor de investigación minuciosa para recomprobar lo que ya está probado y lo que nadie niega: Alfredo Bryce pecó y eso ya quedó claro, clarísimo. Si de castigo se trata, creo que ya quedó – también clarísimo – que no habrá periódico o revista que le permita tribuna de comentarista. Si el asunto va por la sanción histórica, no hay problema, la página que más llama la atención de quienes buscan la biografía de los escritores es la de los chismes y los escándalos. Por lo menos, la última muestra de esta carnicería aparece en el diario
Perú 21. Sería, si no fallan las cuentas, la acusación numero 28
Ahora bien, el cargamontón ahora como que se desplaza a la desacareditación de Alfredo Bryce narrador (y en esto sí que hay ojeriza o amarillismo periodístico o las dos cosas) de tal manera que se desliza la idea de que quien plagia, pierde categoría moral para ser considerado buen escritor de novelas y cuentos.
Pase mágico con varita mezquina que espera que de tanto agitarla sobre el sombrero termine convenciendo al mundo de que Alfredo Bryce era una estafa desde la «a» hasta la «z».
Todo aquel que haya leído sus obras entenderá que su planteamiento ficcional – con todas las discrepancias y reiteraciones que se le pueda encontrar – tiene un espacio definitivo y bien ganado en el desarrollo de la narrativa contemporánea.
Gustavo Faverón en su blog puente aéreo expresa, como muchos, su preocupación por el asunto y hasta su franco hartazgo, como la mayoría…
Fernando Vivas – escribe
– ha lanzado la bombita apestosa de la acusación de plagio número 28 contra Alfredo Bryce y, apurado por Dios sabe qué prisa, lo ha hecho antes de confirmar la precisión del dato que él llama «dato preciso…»
Mientras que Ivan Thays,
desde su Notas Moleskine – por mencionar a dos escritores y criticos de inagotable movimiento en la blogósfera -escribe: «…
Lapidar a Bryce, acusarlo de inmoral o exigir violentamente que pida disculpas, sólo puede tener un efecto benéfico para quienes creen que sus libros mediocres serán menos mediocres, que sus inmoralidades serán menos inmorales y que sus críticas contra Alfredo (guiadas por la envidia que provoca su éxito) estarán justificadas y serán menos envidiosas. No es así. Lo que nos molesta de un plagio es el recurso fácil de apropiarse del talento de otro para ocultar la carencia del propio. ¿Eso ocurre en este caso? ¿Necesitaba Bryce plagiar un artículo, como un alumno necesita copiar un examen para aprobarlo o un universitario compra una monografía para estafar a su profesor en un tema que no conoce?…»
Una cosa es poner luz sobre una lamentable verdad, denunciar un error imperdonable, y otra, dejar en evidencia una bronca que desata la pasiones más subalternas.